4 características increíblemente tiernas que amarás de tu bebé

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27/04/2016 - Tiempo de lectura 2 mins
características de bebe

¿Por qué nos gustan tanto los bebés? No es casual: la naturaleza ha dotado a los recién nacidos de poderosas herramientas para generar y reforzar el vínculo con la madre y asegurar la supervivencia.

  1. El olor de la piel de un recién nacido.  Nos encanta, y no es casual. Hay estudios que demuestran que el olor de los bebés genera adicción. Activa una parte del sistema neurológico en las madres, el mismo que se pone en funcionamiento cuando comemos o tenemos relaciones sexuales, o cuando los adictos consumen droga. Y esa conexión se produce en las mujeres tanto si somos madres como si no. La naturaleza ha dotado a nuestros cachorros de ese tierno aroma para asegurar el vínculo emocional.
  2. Sus enormes y brillantes ojos. Sí, los bebés tienen los ojos desproporcionadamente grandes en relación con los de un adulto para que nos demos cuenta de lo indefensos que son y despertar nuestra ternura y nuestro instinto de protección. Un truco de la naturaleza para asegurar la supervivencia de la especie. Y es tan eficaz que  todas las crías de mamíferos hacen surgir en nosotros ese tipo de sentimientos.
  3. Su arrebatadora sonrisa. Es la manera que tiene nuestro hijo de mantenernos a su lado, comunicarse con nosotros y compensarnos por los cuidados que le proporcionamos. Nos produce una gratificación inmediata que libera en nuestro cerebro dopamina, la hormona de la felicidad. En las primeras semanas aparece la sonrisa refleja: es breve y suele producirse durante el sueño. Al mes del nacimiento el bebé sonríe ya como respuesta a estímulos externos, como una voz suave y cantarina. Sus ojos brillan y su carita se ilumina. Y, a partir de los seis meses, surge la sonrisa específica: el bebé sonríe y ríe abiertamente para comunicarse con las personas que le resultan  familiares.
  4. Esa vocecita tan tierna. Los gorjeos y balbuceos que emite nuestro chiquitín van preparando sus músculos faciales para emitir sonidos más complejos. Cuando los adultos los escuchamos, tendemos a repetirlos y a hablar a nuestro bebé. Acompañamos esa conversación con gestos, y vamos dando un contexto a los sonidos que emite el niño o la niña. Establecemos así una intensa comunicación con él y le vamos enseñando a hablar.

 

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