El reto de la integración: algo más que compartir un aula
Durante el embarazo nos hacemos muchas ilusiones; ponemos muchas expectativas en nuestros hijos. Queremos que sea guapo, inteligente, divertido, sociable….
Cuando descubrimos que tiene un problema grave de salud o una discapacidad que le acompañará toda su vida se nos cae el mundo encima. Necesitamos tiempo para asimilar la noticia. Luego querremos toda la información para conocer exactamente qué es lo que le sucede y cómo condicionará nuestra vida.
Lo primero que tenemos que saber es que solo con amor y con coraje saldremos adelante, tanto a nivel individual, como a nivel familiar. La vida nos lanza muchos guiños y lo que en un principio supone un golpe, nos ofrece innumerables oportunidades para madurar y saborear los buenos momentos.
Sea la enfermedad que sea; tenga la discapacidad que tenga, una de las grandes cuestiones a las que tendréis que hacer frente es decidir si llevarlo a un colegio especializado o integrarlo en un colegio “normal”.
Integrar a un niño con discapacidad en una escuela sea pública, concertada o privada, pero con otros niños de su edad, es beneficioso para él, pero también para todos sus compañeros. Hace crecer en ellos valores muy necesarios en nuestra sociedad como la aceptación, la comprensión y sobre todo el reconocimiento. Los niños con discapacidades (deberíamos decir con “otras capacidades”) requieren una atención más especializada que el resto de alumnos, por parte de los centros y se tiene que adaptar el equipamiento, los espacios, los profesionales, los curricula y los ritmos de trabajo. Pero esto tiene su recompensa en los beneficios que la convivencia conlleva para quien padece la discapacidad y para los compañeros de clase.
Mejorar la calidad de vida es tarea de todos. Sensibilidad y humanidad son condiciones muy necesarias par la educación y la integración.
La integración no significa situar a la persona con una discapacidad visual o a un niño con Sindrome de Down en un aula en la que el resto de niños ven perfectamente o no tienen los ojos rasgados. Implica un compromiso activo por parte de los profesores para crear un ambiente lo más integrador y apropiado posible para las necesidades del niño. Requiere paciencia y perseverancia para trabajar en un medio nuevo en el que padres y profesores deberán, en ocasiones, estimular una aceptación y un respeto por lo diferente, que no siempre surgirá de manera espontánea entre los alumnos.
Todos tenemos infinitas capacidades. Vea mejor o peor, camine o se mueva en silla de ruedas, la felicidad de tu hijo dependerá de, si consigues poner el acento en sus discapacidades, o si os esforzáis por que desarrolle sus “otras capacidades”.
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