Esta es la cara que se nos queda al coger a un bebé por primera vez (a cámara superlenta)

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10/12/2021 - Tiempo de lectura 2 mins

Pocas cosas hay más placenteras que sujetar a un bebé en brazos, eso lo sabemos todos los padres. Pero hay gente que no lo ha hecho jamás. Porque no tienen niños cerca, porque “no son muy de niños”, porque han tenido en sus brazos cachorros, pero nunca crías humanas…

Sea como sea, Cut, una empresa que hace vídeos virales -si no has visto su vídeo The Birds and the Bees sobre padres que hablan por primera vez de sexo con sus hijos pequeños te lo recomendamos encarecidamente- convenció a un grupo de voluntarios que nunca habían tenido a un bebé en brazos para probar esta experiencia delante de una cámara que les grabó a 1.000 fotogramas por segundo (lo normal es 24).

Al principio todos expresaron sus reticencias: el miedo a que el pequeño se les cayera de los brazos fue el más habitual, pero también el temor a que llorase, inseguridad por no saber cómo sujetarlo, la convicción de “no gustar” a los bebés (“creo que es porque soy muy alto”, explica un chico).

Y por fin, se lanzan. La mamá del pequeño River se pone al lado de los voluntarios con su bebé en brazos y se lo pasa. Es un gesto que dura un par de segundos, pero la explosión de emociones que capta la cámara en los rostros de los protagonistas parece resumir toda una vida. Cuando alargan sus brazos, algunos parecen asustados. Otros están expectantes, y sonríen para dar la bienvenida al pequeño a su regazo. Una vez lo tienen en sus manos y mientras lo acercan a su cuerpo para abrazarlo o sujetarlo mejor, la expresión de desconcierto (en el caso del chico alto, se puede decir que de auténtico pánico) evoluciona, en décimas de segundo, hacia una amplia y cálida sonrisa en algunos, un gesto de divertido asombro y emoción en otros. Algunos cierran los ojos como para sentir mejor el momento. Se les ve conectados con ellos mismos y con el bebé, felices, emocionados, confiados. Como si el hecho de sujetar a River en brazos los estuviera transportando a su primera infancia y les descubriera de golpe su capacidad para cuidar y proteger a un ser tan indefenso. En ese breve segundo, vemos que algo en su alma ha saltado por los aires como el tapón de una botella de champán y ha dejado que se derrame al exterior una explosión de amor, ternura y confianza en ellos mismos.

Que nos ha encantado, vaya. 

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