¿Para qué se monitoriza el bebé durante el parto?
La monitorización está generalizada en los hospitales españoles, se aplica prácticamente al cien por cien de las parturientas. A partir de la semana 40ª de embarazo el tocólogo hace monitores para confirmar que la gestación sigue su curso normal y saber si la madre tiene contracciones. En este periodo se utiliza la monitorización externa de 20 a 30 minutos. Esta prueba da al ginecólogo una idea bastante clara de cómo se encuentra el feto y, a veces, incluso le indica que el nacimiento está próximo.
La monitorización puede ser externa o interna:
En la monitorización externa los latidos del feto y las contracciones uterinas se registran mediante dos sensores colocados sobre el abdomen de la futura madre. Sirve para comprobar cómo se encuentra el bebé que viene en camino.
En la monitorización interna se coloca el sensor en la tripa para registrar las contracciones y un catéter adherido a la cabeza del feto para controlar sus latidos.
Durante la dilatación, lo idóneo es monitorizar a la mujer a ratos, pero no de una manera continua porque, al estar conectada al aparato, debe permanecer tumbada o sentada y no puede moverse libremente, salvo que el hospital disponga de aparatos de telemetría (que recogen los latidos fetales y las contracciones mediante ondas de radio), algo que no es habitual.
Cuando se aplica la epidural, la monitorización debe realizarse en la cama, bajo control médico.
Generalmente lo controla la matrona pero si se detecta alguna anomalía avisa al ginecólogo.
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