Algunas ideas para fomentar la solidaridad
Si nos proponemos cambiar el mundo, rápidamente caeremos en el desaliento. Es más estimulante proponernos llevar a cabo pequeños gestos, que sí están en nuestra mano y en los que podemos implicar a nuestros hijos, tengan la edad que tengan.
Aquí van algunas ideas:
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Preparando una entrevista.
Es fácil que en verano algún familiar o amigo cercano aproveche para hacer algún viaje y colaborar con alguna ONG. Cuando vuelva no desaproveches la ocasión. Prepara una entrevista sencilla sobre las características del país, el modo de vida de sus habitantes, sus costumbres. Cualquier cosa que resulte peculiar. Si tus hijos saben escribir, que lo hagan ellos, si no ayúdales tú. Se trata simplemente de recoger por escrito unas cuantas preguntas. Probablemente a ellos les interese conocer cómo son los niños de su edad, si juegan a lo mismo que ellos, etc.
También puedes preparar un bizcocho con ellos mientras habláis de lo bonito que es saber acoger con cariño y con detalles, a la gente cuando la invitamos a casa. En algún momento del encuentro, puede darte juego tener cerca un mapa o un globo terráqueo para situar el país. Es una forma de que se den cuenta de la cantidad de países que existen.
Visita a una residencia.
A lo largo del curso, son frecuentes en algunos medios de comunicación las peticiones de ayuda para llevar comida o ropa a determinados lugares. Pero no es necesario esperar a verlo o escucharlo en la televisión, podemos tomar la iniciativa.
Es importante proponerles la idea y escuchar qué les parece. El segundo paso sería llamar por teléfono al proyecto. Si son ellos los que llaman mucho mejor. Por ejemplo en algunas residencias en las que atienden a personas mayores sin recursos, agradecen que llevemos alimentos, pero no siempre tienen las mismas necesidades. Es importante llamar para saber si prefieren que llevemos lácteos, fruta, verdura o carne. Después de tener la lista…. a hacer la compra. También debemos acordar con los responsables cuál es el mejor momento para ir con niños y conocer la labor que allí se desarrolla.
Si convertimos este gesto en una costumbre que repetimos con cierta periodicidad nuestros hijos se acostumbrarán a estar pendientes de los demás y a no quedarse de brazos cruzados.