¿Cómo afecta el divorcio a los niños?
Aunque la separación de los padres se lleve a cabo de la forma más civilizada posible, no se puede negar que es un proceso complicado de asimilar para un niño, sobre todo si se juntan circunstancias como que tenga que cambiar de casa o de ciudad, que haya visto peleas y discusiones en casa, abandono del hogar por parte de uno de los padres… De hecho, el porcentaje de niños que abandonan los estudios, tienen problemas psicológicos o se convierten en adolescentes conflictivos aumenta entre los hijos de padres divorciados. Está en manos de los padres el hacer el cambio más llevadero para los niños, aumentando sus niveles de resiliencia.
¿Cómo reaccionan los niños según la edad?
Lo importante cuando se decide la separación o el divorcio es mantener una buena comunicación con los hijos. Explicarles con palabras que puedan entender que papá y mamá se van a separar, detallar en qué van a consistir los cambios (por ejemplo, papá va a vivir en otra casa pero va a venir a verte todas las tardes) y dejarles muy claro que ellos no tienen la culpa y que siempre serán sus padres y les siguen queriendo muchísimo. Según recoge el psicólogo Carl Pickhardt en su artículo The Impact of Divorce on Young Children and Adolescents: “Básicamente, el divorcio suele intensificar la dependencia del niño y acelerar la independencia del adolescente; a menudo provoca una repuesta regresiva en los niños y una respuesta agresiva en los adolescentes.”
- De 0 a 2 años: Todavía son pequeños para entender el alcance y las consecuencias de lo que están viviendo, pero son capaces de percibir el estado emocional de sus padres y, por supuesto, notan la ausencia de uno de sus progenitores en la casa. El problema es que ellos no entienden que esa persona va a volver, así que pueden vivirlo como un abandono y causarles problemas como irritabilidad, llanto, problemas para comer o dormir…
- De 2 a 4 años: En una etapa tan importante para la adquisición de habilidades, los niños pueden vivir regresiones en control de esfínteres, dormir o vestirse solos… reclamando más atención de los padres para compensar la sensación de abandono que están sintiendo. Pueden aparecer o intensificarse las rabietas como demostración de ira o enfado.
- De 3 a 6 años: A esta edad pueden comprender parcialmente lo que está sucediendo y su abanico emocional es más amplio. Por ejemplo, si nos ven llorar podemos contarles que estamos tristes… (siempre sin cargarles con responsabilidades que no les corresponden). Sin embargo, pueden alentar la fantasía de que mamá y papá vuelvan a estar juntos y enfadarse si no lo consiguen. También es común que se culpen por lo que ha sucedido o que desarrollen miedos como por ejemplo a quedarse solos que se manifiesten en forma de pesadillas.
- De 6 a 12 años: Los niños comprenden a la perfección lo que implica un divorcio (tal vez hasta tengan algún caso cercano entre sus amigos) y pueden sentir empatía por la tristeza de sus padres. Sin embargo, esto no quiere decir que no tengan sentimientos negativos que les pueden llevar a manifestar ira o tristeza de diferentes maneras. Al niño que aparentemente se muestra fuerte hay que vigilarlo, pues puede estar reprimiendo sus sentimientos por no hacer daño a sus padres.