Beneficios del Mindfulness en la infancia
Seguramente uno de los mayores deseos de los padres sea ver felices a sus hijos el día de mañana. Hay muchas cuestiones que no podremos controlar para conseguirlo, pero hay muchas otras que sí. Dotar a nuestros hijos de una buena gestión emocional, les ayudará el día de mañana a ser más seguros de sí mismos, a tener mejores relaciones sociales, a tener una mejor capacidad de resolución de conflictos, y todo eso en conjunto y sumado a otras características más, le ayudarán a ser una persona más feliz. El mindfulness es una gran herramienta para que los niños aprendan a tener una buena gestión emocional, y si podemos practicarlo en familia, los beneficios aumentan mucho más.
Sabemos que todo lo que aprenden desde su infancia, pasará a ser parte de su personalidad el día de mañana, en casa. Entre muchas otras cosas, también aprenderán valores y costumbres, y si los adultos somos capaces de incorporar el mindfulness como parte de nuestros hábitos, ellos también lo harán.
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¿Qué es el mindfulness y cómo puede ayudar a los niños?
Atención plena, algo que nos hemos olvidado de cómo aplicar. ¿Cuántas veces al día te detienes a tomar consciencia de tu propia respiración?, ¿Y de las sensaciones que experimenta tu cuerpo con cada inhalación? La atención plena implica la capacidad de gestionar nuestra propia atención, y no solo eso, sino también de los propios procesos fisiológicos que van de su mano.
Lo que busca esta técnica es que seamos capaces de centrarnos solo en el presente, de qué es lo que está pasando, cómo, de qué manera, con qué intensidad, con qué consecuencias, qué provoca en mí. Solo en el presente, sin detenernos en el pasado, ni preocuparnos por el futuro. Dándonos la posibilidad de liberarnos del estrés que nos provocan las preocupaciones de los acontecimientos o situaciones que ya pasaron, o de los que no sabremos si vendrán más adelante. Simplemente, el presente. Aumentando nuestra capacidad de resiliencia, y con la dificultad que ello implica, dado el ritmo de vida tan acelerado que llevamos hoy…
A los niños el mindfulness les invita a ser curiosos, a atender solo aquello que están haciendo y sintiendo en ese preciso momento, les ayuda a conectar con todo lo que les rodea de una forma muchísimo más receptiva, productiva y natural, que les sirve también para ganar seguridad en sí mismos, y por lo tanto a sentirse mucho más tranquilos.
Adquirir la capacidad de focalizar la atención exclusivamente en lo que están haciendo, implica también, una gran concentración, que sin duda será un excelente ejercicio que les permitirá mejorar muchos otros aspectos que también requieran de ello.
Esto también involucra a su gestión emocional, el beneficio de poder concentrarse exclusivamente en lo que están sintiendo les permitirá también aplicarlo con sus propias emociones. Si ellos son capaces de entender qué emoción están experimentando, y cómo se sienten al respecto, podrán gestionarla de mejor forma, podrán responder de mejor forma también, y por lo tanto, podrán relacionarse mucho mejor con su entorno. Sin olvidarnos que les ayudará a tener un mayor autocontrol, porque serán personas menos impulsivas.
3 ideas para poder practicar mindfulness en casa y con éxito
Pensar en el cómo y cuándo, juntos: Si se trata de que ellos se contagien de un hábito que ya tenemos instaurado como parte de nuestra rutina, seremos nosotros quienes decidamos el momento y el lugar que mejor nos sirva, siempre teniendo en cuenta que queremos involucrarlos, así que tendremos que pensar en que les tiente la idea de participar. Sin embargo, si vamos a comenzar esta práctica en familia, la forma de motivarles de manera más efectiva es pedirles opinión y participación para preparar el lugar donde se va a llevar a cabo la práctica, y que también opinen sobre el mejor momento para hacerlo. Esas decisiones se intentarán respetar, pero no es bueno forzarles u obligarles si cuando llega el momento no tienen ganas de hacerlo, porque conseguiremos lo contrario a motivarles.
No planifiques demasiado: Las primeras veces, y siempre dependiendo de la edad, es mejor no ser muy estructurados, y dejarnos fluir. Si nos ponemos metas y objetivos que luego no podemos alcanzar, nos frustraremos y no será beneficioso para nadie. Limítate al beneficio de fomentar el hábito, y a disfrutar de lo que sí podáis conseguir. Poco a poco, podrás ir subiendo las expectativas
Sin exigencias: Cuando estemos dispuestos a comenzar, debemos ser conscientes de que lo que buscamos es motivarles para que ellos hagan de esto una práctica habitual, que aprendan a disfrutarla, y que les motive incorporarla en sus vidas. Así que es bueno no imponer desde el inicio prácticas demasiado complejas, sino por el contrario, ir avanzando poco a poco, a medida que ellos se vayan familiarizando.
4 ejercicios de Mindfulness para niños
Caminata consciente: Podemos aprovechar un recorrido que hacemos a menudo, como parte de nuestra rutina, o podemos hacerlo a propósito con la excusa del ejercicio. Se trata de atender en ese camino a todo lo que no atendemos cuando vamos sumergidos en la vorágine del día a día. Atender al silencio, a los diferentes sonidos que hay, a los olores. Detenernos, identificarlos, contemplar, pensar qué son, de dónde provienen, cómo respondemos nosotros ante ellos, qué nos hacen sentir. Esa toma de consciencia de todos aquellos detalles en los que nunca nos detenemos, nos sirve para conectar más con nuestro entorno, con el exterior, con la naturaleza, y todo ello, a la vez, condicionado por la forma en la que también nos hacen sentir a nosotros.
El juego de los meteorólogos: En este caso, se trata de que el niño sea capaz de identificar su emoción, y relacionarla con el clima. Para ello podemos invitarles a cerrar los ojos, en algún lugar donde puedan estar tranquilos, y preguntarles ¿qué tiempo piensan que está haciendo en su propio interior? Podemos darles ejemplos para ayudarles si son muy pequeños o comenzar nosotros mismos hablando de qué tiempo hace en nuestro interior. Puede haber rayos y tormentas, puede estar soleado y en calma, puede estar lloviendo fuertemente, puede estar muy ventoso, todo aquello que se le ocurra puede ser, y luego tendrá que asociarlo a la propia emoción, (por ejemplo, la lluvia con la tristeza; la tormenta y los rayos, con el enfado; el día soleado con la alegría, etc, etc)
Observo mi respiración: Para este ejercicio podemos ayudarnos con algún juguete que les guste. Se trata de que sea capaz de tomar aire por la nariz y ver como se hincha su abdomen de aire, para luego expulsarlo poco a poco por la boca. Si queremos utilizar un juguete, podríamos valernos de un muñeco de peluche, o de lo que el niño prefiera, y ponerlo sobre su propio abdomen, para que vea como a la vez que inhala, el juguete sube, y cuando exhala, el juguete baja.
Si lo consideramos, podemos posicionar ese mismo juguete en el pecho, e invitarle a que haga lo mismo, para que tome consciencia de la diferencia que existe entre las dos formas de tomar aire y contenerlo. Posteriormente le explicaremos que es mejor que el juguete suba y baje en la barriga, (para intentar que su respiración sea mayormente con el diafragma y no con la caja torácica).
Me muevo y observo: No podemos olvidarnos que, sobre todo al principio y más en edades tempranas, es difícil que estén cómodos y tranquilos si deben permanecer mucho tiempo sentados y quietos. ¡Los niños por naturaleza quieren moverse, y mucho! Es por eso por lo que este ejercicio puede ayudarnos para evitar que se sientan incómodos y se desmotiven. Se trata de invitarles que den saltos, quizás entre 2 y 4, lo más alto que puedan y con todas sus ganas, y después que se mantengan en calma y atiendan a lo que sienten en su cuerpo. Notarán cambios en la respiración y en los latidos del corazón, y es bueno que sepan que esas sensaciones corporales que sienten cuando se mueven, también puede ser que las noten cuando aparece alguna emoción.
Es importante tener en cuenta, que los niños son nuestro reflejo, y aprenden de lo que ven de nosotros. El mindfulness puede entrar en sus vidas de la forma más natural que existe, porque ellos no suelen preocuparse por el futuro, ni lamentarse de lo pasado. Generalmente los niños viven el presente, disfrutan del ahora, sin todas esas preocupaciones que los adultos sí tenemos. Se trata de una filosofía de vida, que no va relacionada a ninguna religión, y nos ayudar a fortalecer y a volver a traer a nuestras vidas, algo que ya teníamos de forma innata, y es esa consciencia por el momento presente. Podemos trabajar para recuperarla, y podemos trabajar para que nuestros niños no la pierdan.
Mariana Capurro
Psicóloga, Asesora de familia en Disciplina positiva, Crianza Consciente y Educación emocional.