¿Cómo afecta el tabaco a bebés y niños?

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Carmen Iglesias -
29/12/2021 - Tiempo de lectura 3 mins
¿Cómo afecta el tabaco a bebés y niños?

Todos sabemos que el tabaco perjudica terriblemente la salud del fumador y de quienes le rodean. Pero cuando los fumadores pasivos son niños y bebés, las consecuencias son aún más graves. No debemos bajar la guardia.

Los riesgos del tabaquismo pasivo en bebés y niños

La vida de los niños fumadores pasivos suele empezar antes de nacer, durante el embarazo, cuando el humo les resulta especialmente dañino. Fumar durante el embarazo aumenta el riesgo de aborto, de nacimiento prematuro o de bajo peso al nacer, con todas las complicaciones de salud que esto conlleva.

Una vez ha nacido el bebé, si su madre fumó durante el embarazo aumenta el riesgo de que sufra el síndrome de la muerte súbita del lactante.

Más allá de los efectos de fumar durante el embarazo, la Asociación Española de Pediatría (AEP) explica que el contacto de los niños con el humo de segunda mano (el que está en el ambiente) se relaciona con un incremento en los niños de las enfermedades respiratorias como bronquitis, neumonía o asma. De hecho, se ha comprobado que los niños asmáticos tienen síntomas más graves y más frecuentes, y que la exposición al humo del tabaco multiplica por cuatro el riesgo en los bebés lactantes de sufrir una infección por el virus respiratorio sincitial, causante de más del 90% de los casos de bronquiolitis.

Los niños que viven en entornos con tabaco sufren también más episodios de otitis media aguda.

Cuidado con el humo “de tercera mano”

Está el humo del tabaco de primera mano, el que inhala el fumador; el humo de segunda mano, que es el que está en el ambiente mientras se fuma, y luego el humo de tercera mano, que es la contaminación residual que persiste después de apagar el cigarrillo: partículas nocivas que se depositan en el polvo y quedan atrapadas en los tejidos de ropa, cortinas y alfombras o el las paredes durante meses.

Son multitud de gases, productos químicos y metales venenosos como el cianuro, el tolueno, el gas butano de los mecheros, arsénico, plomo, monóxido de carbono… Permanecen ahí aunque se abra la ventana para ventilar y tienen graves consecuencias para la salud de los niños, así que no podemos bajar la guardia.

Consecuencias a largo plazo

Otro de los aspectos que no podemos olvidar es que los niños cuyos padres son fumadores tienen más riesgo de convertirse en fumadores el día de mañana. Y hay más: según diversos estudios, el consumo de tabaco en la adolescencia se asocia con otras conductas de riesgo. Es decir, una vez saltado el límite de fumar, los adolescentes son más proclives a probar otras sustancias dañinas para ellos y asociadas también al mundo “de los mayores”, como el alcohol.

Como evitar que tu hijo sea un fumador pasivo

Está claro que la mejor manera de evitar que tu hijo sea un fumador pasivo es que sus padres y cuidadores dejen de fumar. Si aún no habéis conseguido dejarlo, la AEP da estos consejos:

  • Evitar siempre y en cualquier circunstancia, que el niño esté expuesto al humo de tabaco en casa, en el coche, en casas de familiares y amigos y en cualquier lugar público.
  • Escoger ambientes libres de humo.  Si un adulto todavía fuma, debe hacerlo siempre fuera de casa o de cualquier lugar cerrado.
  • Si uno de los padres es fumador y fuma en un balcón de la casa, debe cerrar completamente la puerta de acceso a la vivienda para evitar que entre humo en el interior.

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