Inteligencia emocional en los niños
Hace ya mucho tiempo atrás que, afortunadamente, el concepto de inteligencia dejó de asociarse solo a la capacidad intelectual en relación con el aprendizaje lógico. Ser inteligente ya no es solo ser el mejor en matemáticas, o la mejor en lenguas. Ser inteligente también abarca la capacidad que se tiene para poder relacionarse con el entorno, es decir, las habilidades sociales, y la capacidad de comprender nuestras propias emociones y las de los demás forman parte de esa inteligencia.
La inteligencia emocional trata de entender las emociones, de detectarlas, distinguirlas, y expresarlas de forma equilibrada, pero también implica entender esto mismo en nuestro entorno, es decir, detectar qué emoción está sintiendo y expresando la persona que estoy viendo, e incluso, saber responder ante eso.
Estimular este tipo de inteligencia también en la infancia, es imprescindible si queremos en el futuro unos adultos seguros de sí mismos, con capacidad de resolver conflictos de forma efectiva, y con la suficiente empatía para entender a los demás.
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4 Claves para que los niños tengan inteligencia emocional
Ejemplificar: Los padres somos sus grandes maestros de vida. Si el niño crece con una familia dotada de una buena gestión emocional, irá aprendiendo esas estrategias de forma natural, y serán sus propias herramientas. Es nuestra responsabilidad como adultos la de dotarnos de la mayor cantidad posibles de herramientas que nos permitan expresar nuestras emociones de manera equilibrada.
Reconocer: Para los niños no siempre es fácil saber qué están sintiendo, ni qué emoción están experimentando. Es por eso por lo que nosotros tenemos que ayudarles. Es importante cuando veamos que están exteriorizando cualquier emoción, ayudarles a que sepan qué emoción es, por ejemplo diciéndole: “veo que estás muy alegre” “entiendo que estés muy triste”, si nosotros nombramos esa emoción, además de validarla, y de que se sienta comprendido, aprenderá a saber cuál es, y a diferenciarla del resto.
Es bueno aprovechar todas las ocasiones que se presenten para hablar de las emociones, ya sea viendo películas, escuchando canciones, o leyendo un cuento. Describir qué emoción detectamos, qué puede estar sintiendo a nivel fisiológico esa persona, y las posibles formas de reaccionar y demostrarla también le servirá de aprendizaje para sí mismo, y para desarrollar su sentido de la empatía, lo cual también es muy importante en la búsqueda de esa inteligencia emocional.
Gestionar: Cuando el niño sea capaz de reconocer las emociones, es bueno explicarle la forma en la que seguramente actuará, y lo que podría y no hacer dependiendo de la situación, el lugar donde estén, etc… Si bien tenemos que transmitirles que todas las emociones son válidas, y que no es bueno reprimirlas, debemos transmitir el mensaje también de que depende en qué contexto no podría hacer determinadas cosas. Lo mejor en este caso es charlar sobre la forma en la que siente que tiene la necesidad de expresar esa emoción, y contarle todas las alternativas posibles, que le ayuden a encontrar una opción que le sirva, y le resulte efectivo.
Exteriorizar: Después de que el niño haya aprendido a identificar la emoción, tanto en él como en otras personas, y después de que haya entendido de qué forma le hace sentir esa emoción, y cómo poder gestionarla, es bueno que sepan exteriorizarlas, que sepan transmitir cuando se sienten felices o cuando notan a alguien triste. Esto también será muy importante para relacionarse con su entorno, y solo podrá ser efectivo cuando las 3 propuestas anteriores se cumplan, de lo contrario, podría darse una incongruencia entre lo que el niño dice sentir y lo que expresa, lo cual podría dar lugar a malentendidos.
3 ideas fáciles para estimular la inteligencia emocional en los niños
La técnica de la tortuga
Cuando las tortugas se sienten amenazadas, se esconden dentro de su caparazón hasta sentirse seguras nuevamente y poder salir otra vez. Esta técnica trata de explicarle a los niños que, al igual que la tortuga, cuando sienten que están muy enfadados, o que no van a poder controlar sus emociones o impulsos, pueden esconderse en un caparazón imaginario.
Cuando el niño pueda ser capaz de identificar qué emoción está experimentando, (qué es lo que le provoca esa emoción, y qué siente, si se acelera el corazón, si siente que le sudan las manos, si nota que se sonroja etc etc), es bueno enseñarle estrategias para poder regularlas. Esta técnica le enseñará a no reaccionar de forma impulsiva y poder relajarse hasta poder actuar de forma más tranquila. No es una técnica que busca evadirle del problema, sino que ayuda a los más pequeños a aprender la importancia de tomarse el tiempo necesario cuando la situación les desborda, para así después poder actuar de forma más tranquila. A medida que vayan pasando los años, ya no necesitará refugiarse en su caparazón, porque ya tendrá adquirido el hábito, y porque habrá aprendido la eficacia de respirar y meditar unos minutos antes de actuar.
Es bueno explicarles que, mientras este en el caparazón, puede pensar en la solución a aquello que le está molestando, para que así, una vez este fuera, pueda resolverlo.
El ayudante profesional
La empatía es clave para la inteligencia emocional, así que todo lo que estimule su desarrollo, y haga ver al niño la importancia de poder ayudar a los demás a través de entender lo que pueden estar sintiendo, le ayudará a si mismo también.
La técnica es muy estimulante para ellos. Se trata de tener en casa o en el colegio un frasco transparente, a través del cual se pueda ver si hay algo dentro o no. Cuando alguien en casa o en el colegio se sienta mal y quiera charlar, ayuda, consejos, etc… está invitado a escribirlo y ponerlo dentro de ese frasco, a la espera de que el ayudante voluntario sienta la motivación propia de ir a buscar ese papel, leerlo y ofrecer su ayuda de alguna manera. Además de ayudarles a ser personas más empáticas, el sentirse personas necesarias y útiles contribuyendo al bienestar a los demás, les aporta innumerables beneficios a nivel emocional.
No estará obligando al niño a estar disponible emocionalmente todo el tiempo y todas las veces que los demás necesiten, porque es algo que se plantea de forma totalmente voluntaria, y la motivación de ayudar nacerá de ellos mismos.
El rincón de las burbujas
Esta idea implica, por una parte, la idea de crear con el niño un espacio físico de la casa en el que pueda sentirse tranquilo y seguro, cuando así lo necesite, y el beneficio de controlar la respiración.
Podemos explicarles que cuando crean necesario buscar un poco de calma, sería bueno ir al espacio que decidieron previamente, e imaginarse que están haciendo burbujas de jabón. Si soplamos muy fuerte las burbujas explotan, si soplamos demasiado suave, las burbujas no se crean, así que deberá ser capaz de encontrar el equilibrio en la fuerza de su respiración para que las burbujas sí puedan crearse. Incluso si podemos ofrecerles un recipiente, de forma segura, con agua y jabón para que puedan crear burbujas de verdad, les será mucho más estimulante. Con el paso del tiempo, aprenderá de la importancia de la regulación de la respiración en esos momentos de máxima intensidad.
Es importante saber que, el autocontrol y la regulación de las emociones, se irán dando poco a poco, nutriéndose del beneficio de ver en casa esa gestión emocional que queremos ver en ellos, y además también lo hará de forma mucho más efectiva aún si somos capaces de brindarles de forma creativa un abanico de herramientas, que además de estimular ese objetivo que buscamos, le den la oportunidad de tener muchas opciones de reacción ante determinadas emociones.
El autoconocimiento que ellos irán adquiriendo sobre la forma en la que experimentan a nivel fisiológico las diferentes emociones, y lo que esto genera en su entorno, también les ayudará a ganar esa inteligencia emocional que todos queremos para nuestros hijos. Después de todo, sabemos que todos los niños con esta habilidad tienen asegurado en el futuro una gran herramienta que les ayude a construir su propia identidad, y por supuesto está, su propia felicidad.
Mariana Capurro
Psicóloga, Asesora de familia en Disciplina positiva, Crianza Consciente y Educación emocional.