Mi hijo me habla mal
La crianza de nuestros hijos está llena de hermosos desafíos que, de no contar con las herramientas necesarias, se pueden convertir en una auténtica pesadilla. A lo largo del día tenemos que tomar muchas decisiones, establecer diferentes límites, pautar diferentes normas, y eso, a veces, provoca que terminemos enfadándonos y discutiendo.
El conflicto aquí viene cuando nuestros hijos nos responden de mala manera, y sentimos que nos hablan mal. La mayoría de las veces lo vivimos como un ataque personal y no sabemos muy bien cómo gestionarlo.
Antes que nada, hay que atender a las diferentes etapas de desarrollo en las que pueden encontrarse los niños, y eso también nos ayudará a averiguar el motivo de su mala contestación para poder gestionarlo mejor.
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¿Cuáles pueden ser los motivos por los que nos hablen mal?
Muchas veces la causa es la necesidad de demostrar su independencia, y la capacidad que tienen de tomar decisiones y de mostrar preferencias de forma autónoma. Esto ocurre mucho en la primera infancia, cuando comienzan a tener su propio criterio y comienzan a demostrar sus propios gustos sobre diferentes aspectos. Pero también se ve mucho en la adolescencia, cuando tienen la imperiosa necesidad de demostrarnos que tienen su propia personalidad, y muy diferente a la nuestra. En ocasiones, el único medio que encuentran para hacérnoslo saber es oponiéndose e incluso manifestando esa diferencia de opinión, hablando en términos que no son del todo amigables. Se trata de la carencia de habilidades para transmitirnos diferentes cuestiones, y no de un ataque hacia nosotras.
En otras ocasiones, el motivo por el que nos hablan mal, puede estar asociado a algo tan básico e instintivo como el hambre, el cansancio y/o el sueño. Hay niños pequeños que no saben descifrar claramente qué es lo que les ocurre, y solo sienten un malestar que no pueden expresar de otra manera que a través del enfado y la irritabilidad. Los cambios de rutinas, o percibir un ambiente de tensión en el hogar, también pueden dar motivo a malas contestaciones, y es un tanto más difícil de descifrar por nuestra parte.
Siempre debemos tener en cuenta que los seres humanos tenemos neuronas espejo. La manera más fácil de entender de qué se trata es pensando que si nosotros estamos enfadados, irritados y de mal humor, posiblemente ellos terminen contagiándose y mostrándose igual de irritables que nosotros. Eso quiere decir que la forma en la que nosotros les hablamos, también está directamente relacionada con la forma en la que ellos nos contestan. Si iniciamos una conversación con un reproche, un ataque o un grito, la respuesta que vamos a obtener va a ser similar o peor a la que damos. Por el contrario, si antes de intervenir intentamos calmarnos y manifestar nuestra opinión o nuestro desacuerdo de manera amable, respetuosa (sin necesariamente dejar la firmeza de lado), posiblemente tengamos más posibilidades de recibir una respuesta más agradable también.
Y entonces ¿qué hacer cuando me responden mal?
En cualquiera de los casos, lo mejor que podemos hacer cuando nuestros hijos nos responden mal es utilizar nuestra empatía e intentar averiguar qué es lo que le puede estar pasando para contestar así, e incidir sobre eso que le afecta.
Lo primero que debes hacer es calmarte, para no contagiarle tu estado emocional a tus hijos y evitar generar un ambiente más tenso del que ya hay. Utiliza tu respiración para regular tu estado emocional, y recuerda que no es contra ti, sino que detrás de ese grito hay algo más que te está queriendo decir y no conoce otra manera de hacerlo.
Puedes ofrecerle una alternativa a esa mala contestación. Explícale que si te grita no podréis hablar bien, y realmente quieres entenderle y ayudarle. Así que sería una buena opción relajarse y hablar de manera más tranquila. Podrían ayudarte frases como: “Entiendo que estés muy enfadado, pero entiende también que, si gritamos, no podremos entendernos” o “Yo quiero saber que te pasa o en qué no estás de acuerdo para poder solucionarlo junto a ti”
No destaques tanto a su persona, sino a su comportamiento. Muchas veces nos sentimos dolidos y heridos, y utilizamos frases como: “¡que malo eres!”, “¡eres un malhumorado!”, “¡contigo no se puede hablar porque eres un malhablado!” y no es real, no son malos, hablan mal; no son malhumorados, se sienten de mal humor; y no son malhablados, sino que en ese momento preciso están respondiendo mal. En situaciones así, nos puede ayudar mucho describir la situación con frases como: “Siento que ahora mismo estás tan enfadado que me estás hablando mal” o “me estás contestando con gritos y eso me hace sentir molesta a mí también”.
En estas situaciones, es mucho más importante que nuestro mensaje de amor incondicional les llegue. Cuanto más nos gritan o llaman la atención a través de su comportamiento, más nos demuestran cuánto nos necesitan. Establecer límites, intercambiar opiniones, negociar normas o transmitir una opinión diferente, no va reñido con demostrarles nuestro cariño. No dejamos de quererlos en momentos en los que no estamos de acuerdo, y eso lo deben saber, porque les transmitirá la calma y la confianza necesaria para volver a nosotros cada vez que lo necesiten. Para ello, podemos decirles, por ejemplo: “Te quiero, pero no me gusta que me griten, si te parece, cuando te calmes, lo hablamos”.
Piensa que, en el mismo momento que estamos atravesando esa situación complicada, será difícil hacerles entrar en razón. Por ese motivo, las frases deben ser directas, cortas, y claras. Si queremos hablar sobre lo ocurrido, es una buena idea hacerlo cuando estén más tranquilos y manifestar nuestras expectativas para otro momento en que la situación vuelva a darse. Podemos decirles claramente que la próxima vez que se sientan enfadados, nos gustaría que vengan a contarnos el motivo de forma tranquila, y que por nuestra parte recibirán comprensión, amor, y la predisposición para buscar una solución de forma conjunta.
El respeto es un valor fundamental en nuestras vidas, y lo aprenderán a través de nosotros. Si nosotros les respetamos, les estaremos enseñando a que nos respeten también, y estás situaciones podrán resolverse de la mejor manera.
Otra buena forma de prevenir estas situaciones es con una buena educación emocional. Debemos aprovechar cada oportunidad que se nos presente para hablar sobre emociones y diferentes maneras de expresarlas. Esto les servirá de entrenamiento para poder responder mejor ante diferentes situaciones, entre ellas este tipo de conflictos en los que tienen que manifestar su propia opinión, y esperamos que lo hagan de manera respetuosa hacia nosotros, pero también hacia ellos mismos.
Mariana Capurro
Psicóloga, Asesora de familia en Disciplina positiva, Crianza Consciente y Educación emocional.