«No se pega». Cómo trabajar la agresividad de los niños según su edad
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Desde que nuestros hijos son muy pequeños, los padres les decimos cuando se producen posibles conflictos con otros niños aquello de «no se pega». Sabemos que la violencia genera violencia. Pero claro, no es lo mismo decírselo a un niño de dos años que a uno de cinco ¿Cómo podemos entonces trabajar la agresividad en los niños dependiendo de la edad que tengan?
Catalina tiene dos años y medio. Está jugando en el arenero del parque cuando se acerca Raúl, un amiguito de la escuela infantil, le quita el cubo y lo vacía para meter piedras él. Catalina se enfada y le da un palazo en la cabeza. Su madre acude corriendo, separa a los niños, se asegura de que Raúl está ileso, se lleva a Catalina al banco y le dice “no se pega”.
Diego está en segundo de primaria. La profesora ha escrito una nota en la agenda explicando que esta mañana, en el patio, Diego ha pegado a otro niño y le ha hecho daño. Su padre, al leerlo, le increpa: “¿Pero qué ha pasado, Diego? ¡Ya sabes que no se pega!”.
Cuando nacen nuestros hijos, los padres no podemos ni imaginarnos la cantidad de veces que vamos a decir a nuestros hijos, a lo largo de su infancia, la famosa frase “no se pega”. La convivencia genera conflictos, es inevitable, y aprender a gestionarlos sin recurrir a la fuerza bruta lleva años de experiencia, integración de límites y adquisición de recursos.
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La evolución de la agresividad según la edad
La agresividad tampoco tiene las mismas implicaciones en todas las edades. Todos los humanos nos enfadamos desde que nacemos. También los adultos, ¿verdad?.
- Los bebés lloran enrabietados si tienen hambre, frío, dolor de tripita o cualquier otra molestia.
- A partir de 1 año aparecen las primeras pataletas. A veces, cuando el peque se siente frustrado (y esto pasa varias veces al día), puede pegar a otros niños o a papá o mamá. Aún no quiere hacer daño a nadie, todavía está aprendiendo a distinguir entre él mismo y los otros. Simplemente, le sale una reacción primaria.
- A partir de los 2 años (“los terribles dos”, como los llaman los anglosajones), las rabietas alcanzan su punto álgido y los episodios en los que pegan a otros niños, les arañan o les muerden pueden multiplicarse. Tenemos que ser conscientes de que están desarrollando su autonomía, pero les faltan recursos verbales y emocionales para hacer frente al enfado y la frustración. Es la época del “mío”. A los dos años, los niños aún juegan en paralelo. En el ejemplo anterior, Catalina y Raúl juegan en el mismo parque a cosas parecidas, pero no juegan “entre ellos”, sino uno al lado del otro. Raúl ve un cubo que le gusta, y lo coge. Catalina estaba jugando con ese cubo y de pronto ve que ya no es “suyo” y pega a Raúl.
- Entre los 3 y los 4 años los niños están en plena etapa de autoafirmación. Es la edad del “no” a todo, y utilizan los empujones con intención de hacer daño al otro o las pataletas para conseguir lo que quieren.
- Con 4 o 5 años los niños ya saben que pegar no está bien. A veces reaccionan de manera agresiva para alcanzar sus objetivos, pero también pueden “comerse” los sentimientos agresivos e interiorizarlos. Aparecen entonces la tristeza, comportamientos regresivos (volver a hacerse pis en la cama, hablar como bebés…).
¿Cómo pueden los padres trabajar la agresividad en los niños?
Estos son algunos consejos que pueden servir a la hora de trabajar la agresividad en los niños.
- En primer lugar, si estamos presentes, separar a los niños y tomar la medida de “tiempo fuera”: alejar al niño del escenario de la disputa para que pueda tranquilizarse.
- Preguntarle qué ha pasado. Si tu hijo tiene dos años es posible que aún no sepa explicarlo. Puedes ayudarle haciéndole ver que le entiendes «ya veo que estás muy enfadado«, y haciéndole preguntas ¿Te has enfadado porque te han quitado el juguete?, ¿Le has pegado porque te ha mordido?… Si tu hijo ya tiene más de 3 o 4 años, dale el tiempo que necesite para contártelo y que pueda expresar sus sentimientos.
- Hazle reflexionar sobre lo sucedido. «¿A ti te gustaría que te hubiesen hecho lo mismo?«, ¿Qué hacemos cuando queremos un juguete que tiene otro? Se lo pedimos, claro».
- Si dos niños se pelean, no hagas de juez para decidir quién tiene la razón. Escucha a los dos, demuestra que entiendes los sentimientos de ambos y proponles una actividad distinta a la que ha generado el conflicto.
- Si consideras que lo que ha hecho el niño tiene que tener unas consecuencias, procura que sean inmediatas y estén relacionadas con lo sucedido: lo primero, pedir perdón (a partir de los 30 meses pueden hacerlo). Puede ser que tenga que dejar el juguete al otro niño por haberle pegado, o que tenga que recoger las cosas que ha tirado en una rabieta.
- Censura el comportamiento, no al niño. El mensaje es “No me gusta que pegues”, pero nunca jamás digas “eres un niño muy malo”.
- Evita en lo posible las situaciones que puedan propiciar esas reacciones en tu hijo. Si se pelea con su hermano por las chuches, deja claro qué es para cada quién, no les des una bolsita para que compartan (al menos de momento).
- Estimula los buenos comportamientos. Alaba lo que hace bien, felicítale por las situaciones en las que se ha portado correctamente. Es mucho más eficaz que insistir en las conflictivas.
- Predica con el ejemplo. Presta atención a la forma en que resolvéis los conflictos en casa, o a tus reacciones con el niño cuando te enfadas con él ¿Hay algo que podamos mejorar?
- Pon pocas normas, pero claras y consistentes. La falta de límites o un exceso de rigidez son dos vías opuestas que conducen a aumentar las inseguridades de los niños.