¿De qué depende tu reserva ovárica?
Las niñas, en su nacimiento, poseen alrededor de un millón de ovocitos. Esa cantidad se reduce hasta los 400.000 o 500.000 óvulos al llegar a la pubertad. De todos ellos, a lo largo de la vida reproductiva solo llegarán a madurar unos 400. El periodo más fértil para la mujer va desde los 16 a los 30 años. Durante esta etapa, la reserva ovárica está en su mejor momento: tanto la cantidad como la calidad de los ovocitos es buena.
Pero a partir de los 35 años comienza un importante descenso en ambos aspectos –a esta edad una mujer solo cuenta con el 5% de sus óvulos y aumenta la posibilidad de que el bebé nazca con alguna anomalía congénita– hasta que, entre los 45 y los 55 años, los ovocitos se agotan y llega la menopausia.
Pero la edad no es el único aspecto que repercute en la reserva ovárica. Los hábitos de vida, el estado de salud y ciertas enfermedades también influyen en las condiciones en las que llegan las células reproductoras femeninas a determinada edad.
Baja reserva ovárica: cómo mejorar
De hecho, más allá de la evolución normal debida a los años, hay factores que pueden llevar a una disminución precoz de la reserva ovárica y, con ello, a una reducción importante de las posibilidades de lograr un embarazo. Algunos no dependen de nosotras, pero otros están muy vinculados a hábitos poco saludables y se pueden evitar. Estos son algunos de los más habituales:
- Tratamientos contra el cáncer como la quimioterapia o la radioterapia. De hecho, cuando una mujer en edad fértil necesita estos tratamientos suele recomendarse la congelación de ovocitos antes de comenzar todo el proceso.
- Tabaquismo. La nicotina es enemiga de la fertilidad y afecta tanto a la cantidad como a la calidad del reservorio de ovocitos.
- Obesidad. Además de afectar a los embarazos espontáneos, se ha detectado que los niveles de hormona antimulleriana (que es la que informa de la reserva ovárica) es un 34% más baja en mujeres de 18 a 35 años, obesas y con ciclos ovulatorios normales.
- Consumo de drogas.
- Estrés.
- Causas genéticas.
- Patologías como el síndrome de ovarios poliquísticos o la endometriosis.
- Exposición a agentes tóxicos, como ciertos pesticidas.