Embarazo y parto: ¡Estoy fuera de cuentas!

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29/04/2016 - Tiempo de lectura 2 mins

Te explicamos cómo es la monitorización cuando has llegado a término y qué métodos de inducción al parto se emplean.

Para empezar, resulta muy difícil conocer los días exactos de la ovulación y la concepción, por lo que el día previsto para el parto es solo aproximado. En mujeres con ciclos menstruales regulares, se calcula sumando 280 días (40 semanas) al primer día de la última regla.

Hay muchos motivos por los que puede retrasarse el parto: las mamás primerizas suelen tardar más en dar a luz, pero, además, puede haber determinantes fisiológicos de la propia mujer, un cálculo erróneo de la edad gestacional o alguna complicación.

Monitorización

Cuando una mujer supera la semana 40 de embarazo, su médico estudia su caso con detenimiento para decidir qué medidas tomar. Algunos obstetras son partidarios de provocar el parto a partir de la semana 41, otros prefieren esperar unos días más, hasta la semana 42.

Para garantizar el bienestar del bebé y de la madre se hacen cuidadosos controles, como el registro de los movimientos fetales, la monitorización fetal electrónica, que comprueba la frecuencia cardiaca del bebé registrando en una gráfica el eco de sus latidos, el estudio del líquido amniótico, o el estudio Doppler de los vasos placentarios y fetales.

Si se observa algún indicio de pérdida de bienestar fetal, se suele provocar el parto.

¿Qué pasa si hay que inducir el parto?

En la mayoría de las maternidades aplican una combinación de los tres métodos de inducción al parto:

Prostaglandina: se introduce un “tampón” de prostaglandina en la vagina o bien se aplica en forma de gel. Ablanda  el cuello del útero y produce contracciones. Permite moverse por la sala de partos.

Oxitocina: se administra por goteo, disuelta en suero, y exige siempre monitorización para controlar el bienestar fetal.  Las contracciones que provoca suelen ser más fuertes, prolongadas y dolorosas que las normales, lo que hace más necesarios los analgésicos.

Ruptura artificial de membranas (ARM): el ginecólogo o la matrona introducen, a través del cuello del útero, un instrumento alargado llamado lanceta con el que se perfora la membrana para que rompa aguas. Se acompaña siempre de alguno de los dos métodos anteriores y es un procedimiento indoloro y sin riesgos, tanto para la madre como para el bebé.

 

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