Parto: la fase de expulsión
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La fase de expulsión es la parte culminante del parto. Has superado la fase de dilatación y el orificio uterino ya está abierto. Ahora empieza para ti y para tu bebé la fase más emocionante porque él también hará todo lo posible para salir. Milímetro a milímetro se acerca el bebé al final del canal de parto y pronto se verá su cabeza. Notarás una presión en el periné, mucho más si no tienes anestesia, algo como un pujo irreprimible ( que no puedes aguantar), cada vez más grande en el perineo, que quizás hayas preparado con un masaje perineal durante el embarazo.
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Un acto involuntario
Durante el expulsivo, la futura mamá siente los conocidos empujones, que tienen como finalidad provocar la salida del bebé del interior de su madre. Se trata de actos que se producen de forma involuntaria. Son reflejos y surgen de la parte más primaria del ser humano debido a la presión que hace la cabeza del bebé en el suelo pélvico.
En este punto, conviene recordar la importancia que tienen los ejercicios de Kegel para fortalecer esa zona. Y es que, la fase de expulsión se desarrolla con más facilidad si la mujer ha realizado este entrenamiento previo durante la gestación. Estos empujones deben ser intensos y largos, pero también rítmicos y armónicos. Es necesario que exista un espacio entre cada uno de ellos para que la madre pueda descansar y no llegue al agotamiento extremo.
Presión en la zona rectal
En la fase activa del expulsivo, la mamá sufre una presión muy fuerte en el área rectal, similar a la que se experimenta cuando el organismo necesita defecar, aunque la intensidad es mucho mayor. Es fundamental que esta etapa activa se desencadene de manera natural, sin forzarla. Así, es la mujer la que debe marcar su inicio y la forma en la que se va a desarrollar el expulsivo en función de sus sensaciones. Si la madre no ha tenido que recibir anestesia epidural, es más sencillo que controle lo que siente y que pueda dirigir el alumbramiento para que éste se adapte a sus propios ritmos.
Es vital que, cuando la cabecita del pequeño esté saliendo, la mamá no empuje con demasiada fuerza. Y es que es necesario proteger esta parte de su anatomía para no causarle daños debido al contraste de presión que hay entre el vientre de la madre y el exterior. Cuando los hombros del bebé están libres, la mujer tiene que volver a empujar intensa y prolongadamente, para que puedan salir el tronco y las caderas del niño.
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