Sexo y embarazo: evolución trimestre a trimestre
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Embarazo: el sexo en el primer trimestre
El inicio del embarazo está marcado por grandes cambios hormonales y emocionales. Las náuseas y el cansancio característicos de esta etapa pueden hacer que muchas mujeres sientan menos deseo, aunque también hay otras a las que el embarazo les potencia la libido. Si hemos pasado una temporada buscando el bebé, ahora que por fin lo hemos conseguido nos relajamos y eso se nota en las relaciones.
Las hormonas aportan a la mujer un extra de sensibilidad: por un lado, aumenta la irrigación de los órganos de la pelvis, por lo que resulta más fácil llegar al orgasmo. Por otro, también se incrementa la sensibilidad de los senos: a algunas mujeres les resulta más placentero, a otras, más doloroso. Las secreciones vaginales también cambian de consistencia, de cantidad -suelen ser más abundantes- y de olor y sabor.
Desde el punto de vista emocional también se producen fuertes cambios y es posible que la mujer esté más introspectiva y con menos ganas de intimidad sexual.
Embarazo: el sexo en el segundo trimestre
Suele decirse que es la etapa de la gestación en la que las mujeres disfrutan más del sexo: han pasado las náuseas y el agotamiento de los primeros meses, ha tenido tiempo de asentar muchas emociones, el embarazo se ha afianzado, lo que proporciona alegría y seguridad, y la tripa aún no es tan grande como para afectar al sueño o causar grandes molestias.
En este trimestre se empiezan a notar las pataditas del bebé. La presencia de alguien más en la pareja puede causar sensaciones contradictorias en la mujer y en el hombre. En realidad, el bebé está perfectamente protegido por el líquido amniótico, las paredes del útero y el tapón mucoso. Además, las endorfinas que segrega la madre llegan al feto y le producen sensaciones placenteras y las contracciones involuntarias del orgasmo y la afluencia de riego sanguíneo le proporcionan una saludable cantidad extra de oxígeno.
Embarazo: el sexo en el tercer trimestre
En el último trimestre el tamaño de la tripa de la embarazada puede complicar las relaciones sexuales. No solo porque hay posturas que resultan más incómodas, también porque la mujer duerme peor, está más cansada y tiene más molestias.
Además, con la proximidad del parto aumentan los nervios, lo que puede hacer que disminuya el deseo. La conexión emocional, la necesidad de protección y de reforzar el vínculo probablemente estén más presentes en las relaciones de pareja que la búsqueda de placer.
En estos últimos meses, posturas como la del misionero pueden resultar complicadas; suele ser más factible estar los dos de lado (la “cucharita”) o que la mujer permanezca arriba.
Las contracciones que se experimentan tanto con las relaciones sexuales como con la masturbación pueden ayudar a modificar el cuello del útero y, por tanto, a poner en marcha el parto al final del embarazo.
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